Capítulo 9
Rutinariamente psicótico
Soñar durante la fase REM
Definitivamente, anoche fuiste un psicótico. Y eso va a ocurrir de nuevo esta noche. Antes de que rechaces este diagnóstico, permíteme ofrecerte cinco razones que lo justifican. Primera: cuando soñaste esta noche, empezaste a ver cosas que no estaban allí; estabas alucinando. Segunda: creías en cosas que no son posibles; estabas delirando. Tercera: estabas confundido sobre el tiempo, los lugares y las personas; estabas desorientado. Cuarta: presentabas emociones cambiantes; algo que los psiquiatras llaman ser afectivamente inestable. Quinta (¡y la más deliciosa!): al despertarte esta mañana habías olvidado casi todo, si no todo, de esta extravagante experiencia; sufrías amnesia. Si experimentaras cualquiera de estos síntomas estando despierto, buscarías de inmediato ayuda psicológica. Sin embargo, por razones que solo ahora empiezan a entenderse, el estado cerebral llamado sueño REM y la experiencia mental que lo acompaña, soñar, son procesos biológicos y psicológicos normales y, como veremos, absolutamente fundamentales.
El sueño REM no es el único momento en que soñamos mientras dormimos. De hecho, si usamos una definición amplia de soñar y decimos que es cualquier actividad mental reseñable al despertar —como «estaba pensando en la lluvia»—, entonces técnicamente soñamos en todas las etapas del proceso de dormir. Si te despierto en la etapa más profunda del sueño no-REM, existen de un 0 a un 20 % de probabilidades de que expreses algún tipo de pensamiento vago. Cuando te estás quedando dormido o te estás despertando, las experiencias de ensueño tienden a ser visuales o basadas en el movimiento. Pero los sueños tal como la mayoría los concebimos —esas experiencias alucinógenas, dinámicas, emotivas, extrañas y con una rica narrativa— provienen del sueño REM, y, de hecho, muchos investigadores del sueño limitan su definición de soñar a lo que ocurre durante la fase REM. En consecuencia, este capítulo se centrará en el sueño REM y en los sueños que surgen de este estado. Sin embargo, exploraremos también la experiencia onírica que tiene lugar en otros momentos, ya que esos sueños también ofrecen importantes conocimientos sobre el proceso de soñar.
El cerebro en sueños
En las décadas de 1950 y 1960, las grabaciones con electrodos colocados en la cabeza de individuos dormidos ofrecieron a los científicos una idea general del tipo de actividad de ondas cerebrales en la que se sustenta la fase REM. Pero tuvimos que esperar hasta el advenimiento de las máquinas de imágenes cerebrales, a principios de la década del 2000, para que pudiéramos reconstruir gloriosas visualizaciones tridimensionales de la actividad cerebral durante el sueño REM. La espera valió la pena.
Entre otros avances, el método y sus resultados socavaron los postulados de Sigmund Freud y de su teoría no científica de los sueños como realización de deseos, que había dominado la psiquiatría y la psicología durante todo un siglo. Había virtudes importantes en la teoría de Freud, y hablaremos de ellas a continuación. Pero había también defectos profundos y sistémicos que han llevado al rechazo de su teoría por parte de la ciencia moderna. Nuestra visión más informada y neurocientífica del sueño REM ha dado origen a teorías científicamente comprobables sobre cómo soñamos (por ejemplo, lógico/ilógico, visual/no visual, emocional/no emocional) y qué es lo que soñamos (por ejemplo, experiencias recientes de nuestra vida/experiencias nuevas), e incluso nos ha dado la oportunidad de acercarnos a la que seguramente es la pregunta más fascinante de la ciencia del sueño, y podría decirse que de la ciencia en general: ¿por qué soñamos? O, planteado de otro modo: ¿cuál es la función del sueño REM?
Para entender en su justa medida el avance que los escáneres cerebrales han aportado a nuestro entendimiento de la fase REM y del sueño más allá de los simples trazos del electroencefalograma, podemos volver a la analogía del estadio deportivo que propusimos en el capítulo 3. Colgar un micrófono sobre el estadio puede medir la actividad conjunta de la multitud. Pero no resulta útil respecto de la ubicación. No se puede determinar si una parte de la multitud está cantando muy alto ni si otra parte situada en el extremo opuesto del estadio canta más bajito o incluso está en absoluto silencio.
Se da la misma inespecificidad si se mide la actividad cerebral con un electrodo colocado en la cabeza. Sin embargo, las exploraciones de imágenes por resonancia magnética (IRM) no presentan este mismo efecto de dispersión espacial en la actividad cerebral cuantitativa. Los escáneres de IRM dividen eficazmente el estadio (cerebro) en miles de secciones pequeñas y discretas, como imágenes individuales en una pantalla (píxeles), y luego miden la actividad local de la multitud (células cerebrales) dentro de ese píxel específico, que es distinto de otros píxeles en otras partes del estadio. Además, los escáneres de IRM trazan esta actividad en tres dimensiones, cubriendo todos los niveles del estadio cerebral: inferior, medio y superior.
Al colocar a las personas dentro de las máquinas de escaneo cerebral hemos podido observar los sorprendentes cambios en la actividad cerebral que tienen lugar cuando las personas entran en la fase REM y comienzan a soñar. Por primera vez, pudimos ver cómo incluso las estructuras más profundas, ocultas antes a la vista, cobraban vida a medida que la fase REM y los sueños se ponían en marcha.
Durante la fase no-REM profunda, sin sueños, la actividad metabólica general muestra una modesta disminución con respecto a la que encontramos en un individuo en reposo pero despierto. Sin embargo, algo muy diferente ocurre a medida que el individuo pasa a la fase de sueño REM y comienza a soñar. Numerosas partes del cerebro «se iluminan» en la exploración con IRM conforme el sueño REM se consolida, lo que indica un fuerte aumento en la actividad subyacente. De hecho, hay cuatro partes principales del cerebro que aumentan su actividad cuando alguien comienza a soñar en la fase REM: 1) las regiones visoespaciales en la parte posterior del cerebro, que permiten una percepción visual compleja; 2) la corteza motora, que instiga el movimiento; 3) el hipocampo y las regiones circundantes, que respaldan la memoria autobiográfica, y 4) los centros emocionales profundos del cerebro, la amígdala y la corteza cingulada, una cinta de tejido que se sitúa sobre la amígdala y recubre la superficie interna del cerebro ayudando a generar y procesar emociones. De hecho, estas regiones emocionales del cerebro son hasta un 30 % más activas durante el sueño REM que cuando estamos despiertos.
Como la fase REM se asocia con la experiencia activa y consciente de los sueños, podría resultar predecible que involucrara un patrón similar de creciente actividad cerebral. Pero, sorprendentemente, se observó una pronunciada desactivación de determinadas regiones cerebrales, en concreto, de las circunscritas a los lados izquierdo y derecho de la corteza prefrontal. Para localizar esta zona, coloca tus manos sobre los ángulos laterales de la parte delantera de la cabeza, aproximadamente cinco centímetros por encima de tus ojos (piensa en cuando un jugador falla un gol durante el tiempo de descuento en la final de la Copa del Mundo y en dónde ponen sus manos todos los aficionados). Estas son las regiones que se convirtieron en manchas azules en los escáneres cerebrales, informándonos de que estos territorios neuronales habían disminuido notablemente su actividad durante la altamente dinámica fase REM.
Ya vimos en el capítulo 7 que la corteza prefrontal actúa como directora del cerebro. Esta región, especialmente a través de sus lados izquierdo y derecho, controla el pensamiento racional y la toma de decisiones lógicas, enviando instrucciones «de arriba abajo» a los centros cerebrales más profundos, como aquellos que detonan las emociones. Y es esta región directiva de tu cerebro, que habitualmente mantiene tu capacidad cognitiva para el pensamiento ordenado y lógico, la que cesa temporalmente cada vez que ingresas en el estado de sueño REM.
Por lo tanto, el sueño REM se puede considerar como un estado caracterizado por una fuerte activación de las regiones cerebrales visuales, motoras, emocionales y autobiográficas del cerebro, y por una relativa desactivación de las regiones que controlan el pensamiento racional. Finalmente, gracias a las IRM, tuvimos nuestra primera visualización científicamente fundamentada del cerebro durante la fase REM. Por muy burdo y rudimentario que fuera el método, nos permitió entrar en una nueva era de comprensión del porqué y el cómo del sueño durante la fase REM, sin tener que depender de reglas o explicaciones opacas pertenecientes a teorías oníricas pasadas, como las de Freud.
Es posible hacer predicciones científicas simples que puedan ser refutadas o respaldadas. Por ejemplo, después de haber medido el patrón de actividad cerebral de un individuo en sueño REM, podríamos despertarlo y obtener un informe de su sueño. Pero incluso sin el informe de ese sueño, deberíamos poder leer los escáneres cerebrales y predecir con precisión la naturaleza del sueño de esa persona. Si hay actividad motora mínima, pero mucha actividad cerebral visual y emocional, entonces ese sueño en particular debe tener poco movimiento, pero estar lleno de objetos visuales, escenas y fuertes emociones, y viceversa. Hemos llevado a cabo tal experimento, y los hallazgos demostraron que era posible predecir con certeza la forma del sueño de un individuo, ya fuera visual, motriz, con mucha carga emotiva o completamente irracional y extravagante, antes de que el propio soñador informase de la experiencia de sus sueños.
Más revolucionario todavía que predecir la naturaleza general de lo que alguien ha soñado (si es emocional, visual, motriz, etc.), sería poder predecir el contenido de ese sueño, es decir, lo que un individuo está soñando (por ejemplo, un automóvil, una mujer, comida).
En 2013, un equipo de investigación japonés, dirigido por el doctor Yukiyasu Kamitani, del Advanced Telecommunications Research Institute International de Kioto, encontró una manera ingeniosa de abordar la cuestión. Básicamente, descifraron el código del sueño de un individuo por primera vez, y al hacerlo nos llevaron a un lugar éticamente incómodo.
Los individuos que participaron en el experimento dieron su consentimiento para el estudio; un hecho importante, como veremos. Los resultados siguen siendo preliminares, ya que se obtuvieron en solo tres individuos. Pero fueron muy relevantes. Además, los investigadores se centraron en los sueños cortos que todos tenemos con frecuencia justo en el momento en que nos estamos quedando dormidos, en lugar de en los sueños de la fase REM. Sin embargo, el método pronto se aplicará a esta fase.
Los científicos colocaron a cada participante en un escáner de IRM múltiples veces en el transcurso de varios días. Cada vez que el participante se quedaba dormido, los investigadores grababan durante unos instantes su actividad cerebral y después despertaban a la persona y obtenían un informe de su sueño. Luego dejaban que la persona se durmiera de nuevo y repetían el procedimiento. Los investigadores continuaron haciendo esto hasta que reunieron cientos de informes de sueños y las correspondientes instantáneas de la actividad cerebral de sus participantes. Uno de los informes, por ejemplo, decía: «Vi una gran estatua de bronce… en una pequeña colina, y debajo de la colina había casas, calles y árboles».
Luego, Kamitani y su equipo filtraron todos los informes de los sueños en veinte categorías principales basadas en el contenido onírico más frecuente en estas personas, como libros, automóviles, muebles, computadoras, hombres, mujeres y alimentos. Para obtener algún tipo de información sobre cómo era la actividad cerebral de los participantes cuando percibían este tipo de imágenes visuales mientras estaban despiertos, los investigadores seleccionaron fotografías reales que representaban cada categoría (imágenes de automóviles, hombres, mujeres, muebles, etc.). Los participantes fueron colocados de nuevo dentro del escáner de IRM y se les mostraron estas imágenes mientras estaban despiertos, y los investigadores midieron nuevamente su actividad cerebral. Luego, usando los patrones de la actividad cerebral durante la vigilia como una especie de plantilla verdadera, Kamitani fue combinando patrones en el mar de la actividad cerebral que presentaban los participantes mientras dormían. Vendría a ser algo parecido a buscar la coincidencia de ADN en la escena del crimen: el equipo forense obtiene una muestra del ADN de la víctima, que utiliza como plantilla, y luego busca una coincidencia específica entre la miríada de muestras posibles.
Los científicos pudieron predecir con significativa precisión cuál era el contenido de los sueños de los participantes en un momento determinado utilizando solo las IRM, por tanto, sin necesidad de acceder a los informes de los sueños proporcionados por los participantes. Usando los datos de la plantilla de las IRM, podían saber si un individuo estaba soñando con un hombre o con una mujer, con un perro o con una cama, con flores o con un cuchillo. Se trataba, en efecto, de una lectura mental. O, mejor dicho, de una lectura de sueños. Los científicos habían convertido la máquina de IRM en una versión muy cara de los hermosos atrapasueños hechos a mano que algunas culturas nativas americanas cuelgan sobre sus camas con la esperanza de atrapar el sueño. Y lograron su objetivo.
El método dista mucho de ser perfecto. Por el momento no es capaz de determinar exactamente qué hombre, mujer o automóvil está viendo el soñador. Por ejemplo, recientemente yo soñé con un impresionante Aston Martin DB4 vintage de la década de 1960: si yo hubiera participado en el experimento, las IRM no habrían permitido nunca a los investigadores alcanzar ese grado de especificidad. Simplemente sabrían que estaba soñando con un automóvil en lugar de con una computadora o un mueble, pero no podrían determinar de qué automóvil se trataba. Sin embargo, constituye un avance notable que solo mejorará cuando los científicos tengan la habilidad de decodificar y visualizar los sueños. Ahora empezamos a saber más sobre la construcción de los sueños, y ese conocimiento puede ayudar en los trastornos mentales en los que los sueños representan un grave problema, como es el caso de las pesadillas en pacientes con trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Como individuo, más que como científico, debo admitir que la idea me inquieta. Antes los sueños eran solo nuestros. Decidíamos si los compartíamos o no con otros, y cuando lo hacíamos, también decidíamos qué partes explicábamos y cuáles no. Los participantes en estos estudios siempre dan su consentimiento. Pero ¿llegará algún día en el que este método, además de cuestiones científicas, plantee dilemas en el ámbito filosófico y ético? Bien podría ser que en un futuro no muy lejano podamos «leer» con precisión y, por tanto, hacer nuestro un proceso sobre el que pocas personas tienen control volitivo: el de los sueños. Cuando esto finalmente suceda, y estoy seguro de que sucederá, ¿responsabilizaremos al soñador de sus sueños?, ¿es justo juzgar lo que otros sueñan, dado que no son arquitectos conscientes del contenido onírico? Pero si no lo son, entonces, ¿quién es el responsable? Es un tema desconcertante e incómodo de abordar.
El significado y el contenido de los sueños
Los estudios de IRM han ayudado a los científicos a comprender mejor la naturaleza del sueño, permitiéndonos realizar una decodificación de bajo nivel de los sueños. Los resultados de estos experimentos de escaneo cerebral también han posibilitado que intentemos responder a una de las preguntas más antiguas de toda la humanidad: ¿de dónde vienen los sueños?
Antes de que existiera la nueva ciencia de los sueños, y antes de la visión no sistemática de Freud sobre el tema, los sueños provenían de todo tipo de fuentes. Los antiguos egipcios creían que los sueños descendían de los dioses en las alturas. Los griegos compartían una opinión similar, pues pensaban que los sueños eran visitas de los dioses, que ofrecían así información divina. Aristóteles, sin embargo, supuso una notable excepción en este sentido. Tres de los siete temas de su Parva naturalia (conjunto de tratados breves sobre la naturaleza) abordaron el tema del sueño: De somno et vigilia (sobre la experiencia de dormir), De insomniis (sobre la experiencia onírica) y De divinatione per somnum (sobre la adivinación de los sueños). Como siempre con los pies en la tierra, Aristóteles descartó la idea de que los sueños estuvieran dirigidos celestialmente y, en lugar de ello, se inclinó claramente por la idea de que los sueños tienen su origen en eventos recientes de la vigilia.
Pero fue en realidad Freud quien hizo la contribución científica más notable en el campo de la investigación de los sueños; una contribución a la que la neurociencia moderna, a mi entender, no ha dado suficiente crédito. En su libro La interpretación de los sueños (1899), Freud situó los sueños, de forma incuestionable, dentro del cerebro (es decir, de la mente, ya que no existe diferencia ontológica entre los dos). Esto puede parecer obvio ahora, incluso intrascendente, pero en ese momento no lo era, especialmente si tenemos en cuenta los antecedentes mencionados. Freud arrebató a los seres celestiales la propiedad de los sueños y su ubicación anatómicamente incierta en el alma. Al hacerlo, hizo de ellos un claro dominio de lo que se convertiría en la neurociencia, es decir, la tierra firme del cerebro. Su propuesta de que los sueños surgían del cerebro implicaba que para encontrar respuestas sobre ellos se debía interrogar al cerebro. Debemos agradecer a Freud este cambio paradigmático en el pensamiento.
Sin embargo, podría decirse que Freud tenía razón en un 50 % y estaba equivocado en un 100 %. Las cosas se precipitaron rápidamente y su teoría se sumió en un atolladero de improbabilidad. En pocas palabras, Freud creía que los sueños venían de deseos inconscientes reprimidos. Conforme a su teoría, los deseos reprimidos, que denominó «contenido latente», eran tan contundentes e impactantes que si apareciesen en el sueño sin disimulo despertarían al soñador. Para proteger al soñador y su sueño, Freud creía que había un censor o filtro dentro de la mente. Los deseos reprimidos pasaban a través de ese censor y emergían disfrazados. Los deseos y los apetitos camuflados, que Freud describió como el «contenido manifiesto», resultaban, por lo tanto, irreconocibles para el soñador, eliminándose así el riesgo de despertar al individuo dormido.
Como Freud creía entender cómo funcionaba el censor, pensaba que podía descifrar el sueño disfrazado (contenido manifiesto) y aplicarle una ingeniería inversa para revelar su verdadero significado (el contenido latente; algo así como la encriptación de un correo electrónico en el que el mensaje está cifrado dentro de un código: sin la clave de descifrado, el contenido del correo electrónico no se puede leer). Freud consideró que había descubierto la clave de descifrado de los sueños, y ofreció a sus acaudalados pacientes vieneses un servicio para arrancar el disfraz de sus sueños y revelarles el mensaje original contenido en ellos.
El problema de la teoría de Freud era la ausencia de predicciones claras. Los científicos no podían diseñar un experimento que pusiera a prueba ninguno de sus principios, por lo que se veían incapaces de corroborar o refutar su teoría. Ahí residía la genialidad de Freud, pero también su fracaso. La ciencia nunca podrá demostrar que estaba equivocado, razón por la cual Freud continúa proyectando una larga sombra sobre la investigación de los sueños hasta el día de hoy. Pero, por la misma razón, nunca podremos probar que su teoría es correcta. Una teoría que no puede discernirse como verdadera o falsa siempre será abandonada por la ciencia, y eso es precisamente lo que les sucedió a Freud y a sus prácticas psicoanalíticas.
Como ejemplo concreto, considera el método científico de la datación por carbono, que se usa para determinar la edad de un objeto orgánico, como un fósil. Para validar el método, los científicos analizaron un mismo fósil a través de diferentes máquinas de datación por carbono. Si el método era científicamente sólido, estas máquinas independientes arrojarían el mismo valor respecto de la edad del fósil. Si no fuera así, el método debería considerarse defectuoso, ya que los datos serían inexactos y no podrían ser replicados.
Gracias a este proceso pudo demostrarse que el método de datación por carbono era legítimo. No sucedió lo mismo con el método psicoanalítico freudiano de la interpretación de los sueños. Los investigadores hicieron que diferentes psicoanalistas freudianos interpretasen el mismo sueño de un individuo. Si el método fuera científicamente confiable, con reglas y métricas claras y estructuradas que los terapeutas pudieran aplicar, entonces las respectivas interpretaciones de ese sueño deberían ser iguales, o al menos tener cierto grado de similitud. En cambio, todos los psicoanalistas hicieron interpretaciones notablemente diferentes del mismo sueño, sin ninguna similitud estadísticamente significativa entre ellos. No hubo consistencia. Por ello, no se puede colocar una etiqueta de control de calidad al psicoanálisis freudiano.
Una crítica cínica del método psicoanalítico freudiano es la que dice que sufre de la «enfermedad de la generalización». Al igual que los horóscopos, las interpretaciones ofrecidas son generalizables y proporcionan una explicación que aparentemente se ajusta a todas las cosas. Por ejemplo, antes de describir las críticas a la teoría freudiana en mis clases universitarias, a menudo hago lo siguiente con mis alumnos a modo de demostración (quizás un tanto cruel). Empiezo por preguntar si alguien en el auditorio estaría dispuesto a compartir un sueño para que yo lo interprete. Unos cuantos alzan la mano. Señalo a uno de ellos, le pregunto su nombre (llamémosle Kyle) y le pido que me cuente su sueño. Dice:
Estaba corriendo por un estacionamiento subterráneo tratando de encontrar mi coche. No sé por qué estaba corriendo, pero sentía que realmente necesitaba llegar a mi automóvil. Encontré el coche. En realidad no era el mío, pero en el sueño pensaba que sí lo era. Intentaba arrancarlo, pero al girar la llave no sucedía nada. Luego mi teléfono celular empezó a sonar y desperté.
En respuesta, miro seria e intensamente a Kyle después de haber asentido mientras él contaba su sueño. Hago una pausa y digo: «Sé exactamente de qué trata tu sueño, Kyle». Asombrado (al igual que el resto de los oyentes), espera mi respuesta como si el tiempo se hubiera detenido. Después de otra larga pausa, digo con confianza lo siguiente: «Kyle, tu sueño trata sobre el tiempo y, de forma específica, sobre no tener tiempo suficiente para hacer las cosas que realmente quieres hacer en la vida». Un gesto de aprobación, casi de alivio, se refleja en el rostro de Kyle, y el resto de los asistentes parecen igualmente convencidos.
Entonces aclaro: «Kyle, tengo una confesión que hacerte. No importa el sueño que me cuenten, siempre doy la misma respuesta genérica y siempre parece encajar». Por fortuna, Kyle es un buen deportista y se lo toma a bien, riéndose como el resto de la clase. Me disculpo de nuevo con él. Sin embargo, el ejercicio revela los peligros de las interpretaciones genéricas, que uno siente como únicas y personales aunque científicamente no tengan ninguna especificidad.
Me gustaría ser claro, pues lo dicho hasta ahora podría parecer excesivamente desdeñoso. De ninguna manera quiero sugerir que el hecho de analizar o compartir tus sueños con alguien sea una pérdida de tiempo. Al contrario, pienso que es muy útil, ya que, como veremos en el próximo capítulo, los sueños tienen una función. De hecho, se ha demostrado que registrar en un diario los pensamientos, sentimientos y preocupaciones del día es beneficioso para la salud mental, y lo mismo ocurre con los sueños. Sócrates solía decir que una vida plena y psicológicamente sana es aquella que se revisa. Sin embargo, el método psicoanalítico construido a partir de la teoría freudiana no es científico, no se puede repetir de modo sistemático y no resulta fiable para descifrar los sueños. La gente debe ser consciente de ello.
De hecho, Freud sabía de esta limitación. Tenía la sensibilidad profética de reconocer que llegaría un día en el que este tema tendría que ser revisado científicamente. Esta idea está claramente inscrita en sus propias palabras cuando habla del origen de los sueños en La interpretación de los sueños, donde dice: «Algún día una investigación más profunda trazará la ruta hacia el descubrimiento de una base orgánica para el evento mental». Él sabía que una explicación orgánica (cerebral) finalmente revelaría la verdad de los sueños; una verdad de la que carecía su teoría.
De hecho, cuatro años antes de presentar su teoría psicoanalítica sobre el sueño, en 1895, Freud trató de elaborar una explicación neurobiológica de la mente científicamente fundamentada en una obra llamada Proyecto para una psicología científica. En ella hay hermosos dibujos trazados por Freud de circuitos neuronales con conexiones sinápticas, a través de los cuales trataba de entender el funcionamiento de la mente despierta y dormida. Por desgracia, en aquella época el campo de la neurociencia todavía estaba en pañales. La ciencia, simplemente, no estaba preparada para la tarea de deconstruir los sueños, por lo que postulados no científicos como los de Freud eran inevitables. No debemos culparlo por ello, pero tampoco debe servir como excusa para aceptar una explicación no científica de los sueños.
Los métodos de escaneo cerebral han ofrecido los primeros indicios de esta verdad orgánica sobre la fuente de los sueños. Debido a que las regiones de la memoria autobiográfica del cerebro, incluido el hipocampo, son tan activas durante el sueño REM, podríamos esperar que los sueños contuvieran elementos de la experiencia reciente del individuo, y esto probablemente ofrecería pistas sobre su significado, si es que tienen alguno: lo que Freud elegantemente describía como los «residuos del día». Se trata de una predicción clara y coherente que, sin embargo, mi viejo amigo y colega Robert Stickgold, de la Universidad de Harvard, demostró que era completamente falsa… Con una importante salvedad.
Stickgold diseñó un experimento que determinaría en qué grado los sueños son una repetición precisa de nuestras recientes experiencias autobiográficas. Durante dos semanas seguidas hizo que 29 jóvenes sanos llevaran un detallado registro de sus actividades diurnas, los eventos en los que se veían involucrados (trabajo, encuentros con amigos, comidas, deportes a los que jugaban, etc.) y sus preocupaciones emocionales. Además, les pidió que llevaran diarios de sus sueños, encargándoles que anotaran todos los que recordaran al despertarse por la mañana. Luego pidió a jueces externos que compararan de forma sistemática los informes de las actividades de vigilia de los participantes con los informes oníricos centrándose en el grado de similitud de las características bien definidas, como ubicaciones, acciones, objetos, personajes, temas y emociones.
De entre el total de los 299 informes de sueños que Stickgold recolectó de estos individuos durante los 14 días, solo encontraron entre un 1 % y un 2 % de coincidencia clara con eventos de la vigilia anterior al sueño (residuos del día). Los sueños no son, por lo tanto, una repetición al por mayor de nuestras vidas de vigilia. No se trata solo de rebobinar el video de la experiencia grabada del día y revivirla por la noche, proyectada en la pantalla grande de nuestra corteza. Si existe algo parecido a los «residuos del día», solo hay unas pocas gotas de ese material en nuestros sueños.
Sin embargo, Stickgold encontró una señal diurna fuerte y predictiva en los informes nocturnos del sueño: las emociones. Entre el 35 % y el 55 % de los asuntos emocionales y las preocupaciones que los participantes tenían mientras estaban despiertos durante el día resurgían de manera contundente y sin ambigüedades en los sueños que tenían por la noche. Los propios concursantes dejaban constancia de esos puntos en común cuando se les pedía que comparasen sus informes oníricos con los de la vigilia.
Si hay un hilo conductor entre nuestra vida despierta y nuestra vida onírica, ese hilo lo trenzan nuestras preocupaciones emocionales. Contrariamente a las suposiciones freudianas, Stickgold demostró que no hay censura, ni velo, ni disfraz. Las fuentes de los sueños son transparentes, lo suficientemente claras como para que cualquier persona pueda identificarlas y reconocerlas sin la necesidad de un intérprete.
¿Tienen los sueños una función?
A través de una combinación de técnicas para medir la actividad cerebral y rigurosas pruebas experimentales, finalmente hemos empezado a desarrollar una comprensión científica de los sueños humanos. Sin embargo, ninguno de los estudios que he descrito hasta ahora demuestra que los sueños tengan alguna función. El sueño REM, del cual emergen los sueños principales, ciertamente tiene muchas funciones, como hemos explicado y seguiremos explicando. Pero más allá del sueño REM, ¿los sueños, por sí mismos, hacen realmente algo por nosotros? La respuesta científica es que sí.